El día 23 de enero, como lo hacía habitualmente Claudia se dispuso para salir a trabajar. Su oficio, al que erróneamente llaman el más viejo del mundo, y es la prostitución, en realidad responde a una ideología más vieja aún, la explotación. Explotación que horada los cuerpos y las mentes, que corroe y reproduce al infinito la imagen del pie sobre la cabeza del otro o de la otra.
Claudia, se despidió de sus hijxs amorosamente, incapaz de dejarlxs solxs, de abandonarlxs como más tarde la crónica de los medios afirmaría.
Con temor, con incertidumbre, como todos los días, abrió la puerta a la espera de un dinero que calmara las necesidades de su familia como venía haciendo desde los quince años, edad en la que fue madre por primera vez.
Las circunstancias que impiden que Claudia regrese son muchas, pero los rumores que rodearon al caso son lo suficientemente falsos, como para tener a una sociedad que se dice solidaria, haciendo lo imposible por borrar las huellas de su desaparición. La mentira fue ganando las calles y las cabezas. La mentira es tan espléndida que no te da lugar a las dudas, no deja entrever la trama de la historia. Se escribió madre que dejaba solos a sus hijos e hijas, nunca se habló de un padre ausente o poco presente. Se destacó la solidaridad de un barrio y se hizo extensiva la preocupación, muy cierta, por el futuro de esxs chicxs que habían quedado ahora más al margen que antes.
Pero no se habló de Claudia, no se dijo extraña ausencia, no se destacó que podía estar muerta, o pudiera haber sido borrada por alguna red de trata de personas. La verdad tiene tantas aristas pero estas quedaron siempre fuera de los medios y éramos muchos y muchas a quienes nos preocupaba esa ausencia, ese vacío, esa falta.
Sus compañeras del barrio, las chicas que la conocían y que aseguraban desde un principio “algo huele mal”, son las que ayudan a entender algo del absurdo, de lo natural, que acompaña su actividad: “sos puta, podés estar muerta, agradecé que estás con vida”: ¿la imagen del pie que pisa la cabeza?
Ahora, Claudia está muerta.
Claudia, se despidió de sus hijxs amorosamente, incapaz de dejarlxs solxs, de abandonarlxs como más tarde la crónica de los medios afirmaría.
Con temor, con incertidumbre, como todos los días, abrió la puerta a la espera de un dinero que calmara las necesidades de su familia como venía haciendo desde los quince años, edad en la que fue madre por primera vez.
Las circunstancias que impiden que Claudia regrese son muchas, pero los rumores que rodearon al caso son lo suficientemente falsos, como para tener a una sociedad que se dice solidaria, haciendo lo imposible por borrar las huellas de su desaparición. La mentira fue ganando las calles y las cabezas. La mentira es tan espléndida que no te da lugar a las dudas, no deja entrever la trama de la historia. Se escribió madre que dejaba solos a sus hijos e hijas, nunca se habló de un padre ausente o poco presente. Se destacó la solidaridad de un barrio y se hizo extensiva la preocupación, muy cierta, por el futuro de esxs chicxs que habían quedado ahora más al margen que antes.
Pero no se habló de Claudia, no se dijo extraña ausencia, no se destacó que podía estar muerta, o pudiera haber sido borrada por alguna red de trata de personas. La verdad tiene tantas aristas pero estas quedaron siempre fuera de los medios y éramos muchos y muchas a quienes nos preocupaba esa ausencia, ese vacío, esa falta.
Sus compañeras del barrio, las chicas que la conocían y que aseguraban desde un principio “algo huele mal”, son las que ayudan a entender algo del absurdo, de lo natural, que acompaña su actividad: “sos puta, podés estar muerta, agradecé que estás con vida”: ¿la imagen del pie que pisa la cabeza?
Ahora, Claudia está muerta.
No abandonó a sus hijas e hijos, que son cinco. Su historia no es de abandono.
Su vecina quien siempre le ayudó con la crianza y el cuidado de los niños y niñas, se quedó con ellxs y como siempre, se preocupó por su ausencia prolongada.
Luego, lxs vecinxs de barrio que sí son solidarios, colaboraron con ella.
Claudia era esto que dice la crónica, podía haber sido otra cosa pero era esta mujer, igual que otras y muy distante de algunas. Mujer al fin, acostumbrada, desgraciadamente acostumbrada a recibir malos tratos, puso la cabeza una vez más, para que un pie muy hijo de padre patriarcal, la pisara ahora sí, en forma definitiva.
Desmentir… decir la verdad… blanquear las dudas… correr los rumores… mostrar la hipocresía de la sociedad…gritar… llorar…levantar la cabeza… reclamar… pedir… exigir… dejar de sostener lo natural… ayudar… construir una red de personas que no quieran más la mentira… que llamen a las cosas por su nombre.
Su vecina quien siempre le ayudó con la crianza y el cuidado de los niños y niñas, se quedó con ellxs y como siempre, se preocupó por su ausencia prolongada.
Luego, lxs vecinxs de barrio que sí son solidarios, colaboraron con ella.
Claudia era esto que dice la crónica, podía haber sido otra cosa pero era esta mujer, igual que otras y muy distante de algunas. Mujer al fin, acostumbrada, desgraciadamente acostumbrada a recibir malos tratos, puso la cabeza una vez más, para que un pie muy hijo de padre patriarcal, la pisara ahora sí, en forma definitiva.
Desmentir… decir la verdad… blanquear las dudas… correr los rumores… mostrar la hipocresía de la sociedad…gritar… llorar…levantar la cabeza… reclamar… pedir… exigir… dejar de sostener lo natural… ayudar… construir una red de personas que no quieran más la mentira… que llamen a las cosas por su nombre.
Claudia Perren. Docente. Enredadera.
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